—E-eh... —Antes de que Tatiana pudiera balbucear una sola palabra, se encontró de repente justo frente al hombre que la miraba fijamente.
Su presencia era tan intimidante que, a pesar de ser humano, no pensó en eso en absoluto. En cambio, temblaba en su presencia, incluso cuando él puso su mano sobre su hombro.
—Tienes una posición lo suficientemente alta aquí, así que serás tú quien me hable de tu situación actual. El hombre no hizo peticiones.
Daba órdenes.
Tatiana se encontró asintiendo lentamente, a pesar de su aversión y orgullo. No era de tener una mente maleable, pero quizás todo el estrés le había afectado.
Tal vez, después de ver a sus hermanas desparramadas en el suelo, a los pies de él, ya sabía que luchar contra él era imposible. Ella, al igual que sus hermanas, estaban completamente a merced de este hombre.
—¿Eres... un Dragón? —Tatiana murmuró mientras lo miraba.