Un susurro tenue.
Resonaba dentro de la mente de Rey, casi como una sugerencia. La voz le indicó a Rey que se arrodillara, y él se encontró obedeciendo enseguida.
Al ver los ojos de la estatua brillar intensamente, con marcas de azul y blanco cubriendo su cuerpo prístino, sintió la presencia de una entidad.
—¿Era este El Oráculo? ¿O no? —No tenía absolutamente ninguna idea.
Todo lo que sabía era que este ser, fuese lo que fuese, era lo suficientemente grande como para hacer temblar su cuerpo y mente. El aroma fuerte y dulce que de repente llenó el aire le hizo tragar saliva que se formaba rápidamente, y podía sentir el atractivo de algo no visto.
Luego, la misma voz le llegó una vez más.
—Trae al Semi Elfo de tu compañía contigo para tu próxima visita, y se te concederá una audiencia.