En lo profundo del bosque, debajo de la brillante superficie del mundo yacían los Pisos de una cierta estructura, un Calabozo.
Era un reino envuelto en una oscuridad perpetua y rebosante de vida monstruosa.
A medida que uno descendía más en las profundidades, el aire se volvía denso y pesado, llevando consigo el olor a humedad de la piedra antigua y un leve toque de descomposición.
El piso inferior era una vasta red de túneles sinuosos y cámaras cavernosas, talladas en la roca sólida por manos desconocidas en un tiempo ya olvidado. Las paredes permanecían ásperas e irregulares, sus superficies marcadas por el paso del tiempo y las garras de innumerables criaturas que llamaban a este lugar su hogar.