Los dos hablaron durante horas.
Era justo como en los viejos tiempos... parloteando sin parar sobre diversos temas e historias.
No hacía falta decir que Rey tuvo que explicarse y la razón por la cual llegó tarde, pidiendo disculpas por lo que él consideraba que se debía a su debilidad.
Por supuesto, Esme no aceptaría eso.
—De ninguna manera podrías haber sabido o prepararte para tal calamidad. Además, si yo fuera más fuerte... no habrías tenido que enfrentarlo todo solo. ¡No es tu culpa! —Sus palabras reforzaron lo que Ater y sus amigos le habían dicho, pero de alguna manera, escuchar que ella le decía esto tranquilizaba su corazón hirviendo.
Como siempre, Esme siempre tenía una aura a su alrededor que lo relajaba.
Ni una sola vez tuvo que luchar para controlar sus emociones, y el sistema tampoco las apagó en ningún momento.
Al principio estaba preocupado y cauteloso, pero ya no. Esme era el tipo de persona con la que podía sentirse cómodo.
No... eso no era del todo cierto.