Los ojos de Rey estaban muy abiertos por la sorpresa.
—¿Q-qué...? —luchó por procesar las palabras que Aurora acababa de escupir.
—¿Abominable mestizo...? —miró otra vez a la cara de Aurora, y lo que vio no fue una emoción sinónima de piedad, bondad o tristeza. No era nada cálido ni tierno que se asociara con un feliz reencuentro.
Era lo opuesto.
Las lágrimas de Aurora no eran por Esme, sino por ella misma y su pueblo. La mirada que le daba a Esme era de disgusto y una ira que crecía lentamente.
—¿Un Semi Elfo... que se parece a Hermana Mayor...? ¡Qué repulsivo! —Esme estaba tan atónita por la respuesta de Aurora que se quedó sin habla. Todo el coraje y la confianza que había acumulado para este momento se desvanecieron casi instantáneamente.
Simplemente se quedó allí, como una estatua, y observó como Aurora utilizaba palabras para hacerla pedazos.
—¿No es eso ir un poco demasiado lejos? —finalmente intervino Rey, con las cejas levantadas molesto.