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—Gracias por la charla, señor Ralyks —Belle se levantó y se inclinó levemente ante el Aventurero Oscuro.
Su suave sonrisa y agradable rostro desprendían un aire de ternura e inocencia absoluta. Sus pechos se movían al levantar la cabeza de su posición inclinada, pero parecía que ella no lo notaba.
—De nada. Vete a descansar por el tiempo restante. Pronto retomaremos el Ataque.
—¡Entendido! —hizo un saludo y se alejó corriendo.
Mientras ella se alejaba felizmente saltando, Ralyks –o mejor dicho, Ater– sonreía bajo su máscara.
«Eso fue bien...», pensó para sí mismo con diversión.
La mente de los humanos nunca dejaba de intrigarlo. Incluso los más viles entre ellos eran como lienzos en blanco que podía torcer a su antojo.
«'[Compulsión]' funciona de maravilla, como se esperaba».
Por supuesto, se aseguró de editar algunos de sus recuerdos sobre los eventos que transcurrieron entre ellos. De esa manera, no corría ningún riesgo la persona de su Maestro.