—¡¿Qué?! —escuchó Fenrir el sonido enfadado de las dos damas elfas que se encontraban detrás de su aparente líder.
Tenían el ceño más fruncido, aunque eso no quitaba nada a su belleza. Las dos mujeres enfadadas parecían aún más atractivas cuanto más molestas estaban con él.
—En cuanto a la elfa en el centro, ella no expresaba algo como la ira.
—En lugar de eso, le echó a Fenrir una mirada condescendiente.
—Tendría que rechazar; en nombre mío y de mis hermanas —respondió con calma.
Su suave voz hizo que el bulto en su entrepierna se contrajera ligeramente y se encontró cada vez más emocionado.
No había nada que excitara más a Fenrir que una cacería interesante.
—¿Qué puedo hacer, entonces? Realmente las quiero a las tres, ¿saben? Especialmente a ti —señaló a la elfa más madura del grupo.
Sus cejas se juntaron un poco en señal de desaprobación, y las dos elfas detrás de ella comenzaron a chillar con ira.
—¡Cómo se atreve un simple humano...!