—Señor Fobio; el Ángel Carmesí.
Así era como lo llamaban dentro de la Pandilla Mercenaria; aunque algunos argumentarían que su verdadera naturaleza se asemejaba más a la de un demonio que a la de un Ángel.
Tenía un rostro hermosamente esculpido, y su cuerpo estaba tonificado a la perfección.
Mientras estaba allí, observando al Dragón anunciar su presencia, no pudo evitar dejar escapar una sonrisa torcida.
—Kekeke… ¿así que eres un Dragón, eh? —sus labios se curvaron lentamente hacia arriba, revelando una sonrisa retorcida que los hombres atractivos no deberían tener.
En ese momento, Fobio parecía una serpiente, todo su comportamiento se contorsionó formando una fea máscara de diversión.
—¿Y qué? ¿Y qué si eres un Dragón? —preguntó, relajando su cuerpo súbitamente mientras seguía riendo con sorna.
—¿Hm? ¿No se supone que deberías estar asustado o algo así?
—¡Para nada! ¿Por qué iba a estarlo?
Fobio no temía a nadie. Había sido así desde que era pequeño.