Sylvia amaba el dinero.
Mientras estaba sentada en su silla, pilas de monedas estaban dispuestas formando torres delante de ella.
Había bastantes torres de monedas de bronce, un par hechas de monedas de plata, y finalmente…
¡una torre de moneda de oro!
Sonreía como un bebé mientras jugaba con la torre de monedas delante de ella.
Sylvia tenía una piel ébano oscura, con cabello negro y ojos completamente negros.
Dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero las iris oscuras de Sylvia no mostraban nada, llevando a muchos a llamarla sin alma.
No obstante, eso no le importaba. ¿Para qué quería una alma si no tenía el dinero necesario para disfrutarla?
Esa era su filosofía.
—Parece que hoy tampoco hay invasores. Qué decepción... —suspiró Sylvia, colocando una mano en su mejilla mientras derramaba una lágrima.
Su oficina estaba dentro del edificio del almacén, y era considerablemente grande. Ya que era la gerente, era una obviedad.