Los ojos de Gary veían rojo.
Su visión estaba nublada por una borrosa y nauseabunda imagen de peligro y muerte.
Él había matado a su justa cantidad de personas, y de ninguna manera esta era la primera vez que se encontraba con sangre—o dolor.
Pero, nada de lo que había experimentado antes se comparaba con este momento.
Ver a sus propios compañeros—con los que estaba jugando apenas momentos antes—ahora no eran más que trozos inertes de carne, le causaba náuseas en el estómago y ardor en la garganta.
De no ser por el dolor abrasador en su brazo, y la certeza de la muerte que pesaba sobre él, Gary estaba seguro de que habría vomitado una vez más.
—G-guahhh… ahhh… arghhh… —Mientras las lágrimas y la baba se deslizaban por su rostro, fluía moco de su nariz y temblaba.
Parecía una patética ratita sollozante que solo podía temblar frente al peligro puro.