—Sasha lo agarró, acercando su rostro hacia ella, obligándolo a encontrarse con su mirada —No —dijo, acariciando su rostro frenéticamente—. Ellos no están en tu cabeza, Zev. Estás a salvo. Estás aquí. Eres tú. Lo siento por haber preguntado. No quería asustarte.
Zev soltó una risa ahogada.
—¡Se supone que soy yo el que no debe asustarte! —susurró, y sus ojos lucían tan adoloridos, tan torturados, que ella no pudo pensar en hacer otra cosa más que besarlo y mostrarle cuánto aún lo amaba.
Sus labios se encontraron y ambos aspiraron una bocanada de aire. Pero Sasha estaba tensa. Dunken estaba observando...
Sasha se echó hacia atrás para encontrarse con su mirada.
—Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos. Dímelo.
Zev exhaló un largo suspiro y negó con la cabeza. Pero luego pronunció las palabras como si le doliera decirlas.