—SASHA —Ella contuvo la respiración cuando Zev entró, aferrándose a él. Y cuando pasaron esa barrera invisible, sintió como si le tiraran de toda la piel, como si una fuerza intangible intentara arrancarla de su lado.
Pero su pecho palpitaba. Literalmente. No con dolor, sino con calor y una sensación punzante de agarre. Tracción.
Había rodeado con sus brazos su cuello, cerró los ojos y se inclinó en esa cavidad bajo su barbilla, por lo que tardó unos segundos en darse cuenta cuando realmente lo habían logrado.
Sasha abrió los ojos. El aliento de Zev era pesado en su oído. Jadeante, casi. Pero por estrés, no por esfuerzo.
Miró alrededor. Las ondulantes paredes del Portal, curvándose sobre su cabeza como una superficie de diamante acuosa y transparente, cada faceta una onda como si fuera en agua, pero inmóvil. Y pulsaba. Una luz baja, tenue y general—desde el centro de todo—subía y bajaba dentro de ella, como un latido.