—SASHA
El beso de Zev se volvió casi abrumador. Él gimió y su respiración rugió, su cuerpo se estremecía mientras ella lo acariciaba.
—¡Aférrate a mí! —gruñó él, agarrando su mano y llevándola hasta su hombro.
—Pero
—¡Dije que te aferres! —siseó él, luego con un gemido torturado enterró su rostro en su cuello y con ese llamado resonante, inclinó sus caderas y la tomó.
Sasha gritó, la invasión un deslizamiento de puro placer que envió rizos efervescentes y hormigueantes de dicha espiralando hacia sus extremidades. Cada terminación nerviosa de su cuerpo parecía presionar contra la capa superior de su piel hasta que pudo sentir cada roce, cada pelo, cada invasión deslizante en detalle.
Se había equivocado antes. Esta era la vez que más viva se había sentido.
Pero Zev no había terminado. Ambas manos agarraron su trasero y la levantaron. Con un pequeño grito, abrió los ojos y se aferró a sus hombros.