—SASHA
Zev la guiaba por un estrecho sendero, apenas visible a sus ojos más allá de una zona donde las rocas y las hierbas parecían escasear. Doblaba hacia atrás sobre la barranca que acababan de seguir, los primeros metros eran tan empinados que casi tuvo que escalarlos. Pero después se emparejó y se inclinó hacia arriba por la ladera de una montaña. Al principio, cuando comenzó a jadear y a sudar por la subida, quería maldecir. Si estaban casi llegando a su destino, no quería llegar oliendo mal y sudorosa.
Pero al observar a Zev, cuyos ojos bailaban, y al darse cuenta de que no sólo no tenía dificultad para respirar, sino que había disminuido su paso para igualar el de ella, entonces simplemente se sintió avergonzada.
Él llevaba ambas bolsas, ninguna de ellas ligera. Estaba herido y a veces fruncía los ojos de dolor. ¿Aun así, estaba cuidadosamente esperando por ella?
—Tendré que... ponerme más en forma... —jadeó ella mientras el sendero ascendía.
Zev se encogió de hombros.