—Kyelle no emitió ningún sonido mientras se daba vuelta para recoger su ropa y vestirse, pero él podía oler las lágrimas en sus mejillas y su corazón se apuñalaba una y otra vez.
Nunca le había dado falsas esperanzas. ¡Nunca le había dado razón alguna para creer que correspondía a su afecto! Y no podía, ahora menos que nunca, entretenerse con esto. ¡Tenía que saberlo! Gruñendo de frustración porque nada en este maldito mundo estaba saliendo como él quería, esperó hasta que ella se hubiera vestido y luego se volvió para enfrentarla.
—Nunca quiero herirte, Kyelle. Me eres querida. Solo que... no de esa manera —Ella asintió—. Yo sabía —dijo, limpiándose los ojos—. Pero tenía que... debes entender, Zev, que si había alguna posibilidad, tenía que saberlo. No podía... no podía seguir adelante hasta estar segura.
Zev se endureció. No podía permitir que esto sucediera de nuevo. Si Sasha lo hubiera visto... tembló al pensarlo.