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Sobresaltada, Elisa giró sus ojos hacia la puerta de donde venía el sonido. De la misma manera, Ian miró la puerta pero a diferencia de Elisa, él no estaba sorprendido. La sonrisa que tenía desapareció en una línea delgada mientras fruncía el ceño con concentración.
—¿Qué es ese sonido? —preguntó ella cuando el sonido chirriante se transformó en un golpeteo.
—El pollito —respondió Ian, quien caminando hacia la puerta la abrió para que el pollito que había estado golpeando y tallando la puerta con su pico perdiera el equilibrio y cayera de cara.
—¡Maldición! —maldijo Hallow, el segador siniestro que ahora se había convertido en un pollito—. ¡Estas patitas no pueden balancearse! ¿Cómo puede un pollito tener un estómago grande pero pies pequeños?! ¡Las proporciones están demasiado desequilibradas! Hallow intentó frotarse el pico, pero no tenía manos para hacerlo.
—Cálmate, pollito, antes de que te haga guiso.