Los ojos de Satanás se entrecerraron ante Caroline. Si había unas pocas personas que podían pronunciar el nombre de Ariel con tal despreocupación sin provocar su ira, solo sería Caroline. Satanás la miraba con la mirada estrechada. Odiaba cuando tenía que hablar sobre Ariel con Caroline, quien siempre parecía saber más sobre Ariel de lo que él sabe.
—Cesa la charla intrascendente. ¿Para qué me necesitas? —preguntó Satanás a Caroline con un tono directo sobre cómo no disfrutaba del tiempo que compartía con ella ahora.
—Huyendo de nuevo de la conversación. Si eres así, solo puedo imaginar lo que tuvo que sufrir Leviatán al hablar contigo —suspiró Caroline y pudo ver el rápido cambio de ira en sus ojos—. Es bastante simple. Solo vine para que arrastres de vuelta a ese humano estúpido que tiene en su posesión lo mío.
—Tu posesión —golpeó Satanás con su dedo en la superficie de la mesa—, el libro mágico para resucitar a las personas, quieres decir.