Elisa miró fijamente al actual Ian que todavía era un humano.
—¿Puedes verme? —maullido.
Los ojos de Elisa se abrieron de golpe y se volvió para ver al gato negro que pasó entre sus piernas. Ian se recostó en el tronco del árbol, suspirando.
—Ya basta de ti. Te he salvado del ataque de mi hermano. A estas alturas ya deberías aprender que mezclarse con los humanos es un gran no. Vete. Fuera —Ian hizo un gesto con la mano, recostándose de nuevo en el tronco del árbol como si tuviera algo importante que hacer.
Elisa siguió su mirada, caminando más cerca para situarse bajo el árbol en el que él estaba sentado y observó a lo lejos, viendo la alta torre al otro lado del terreno.
—Maullido —el gato negro le lloró otra vez.
Ian miró fijamente al gato y el gato le devolvió la misma mirada.
—Está bien —suspiró Ian, saltando del alto árbol como si no fuera nada, sorprendiendo a Elisa cuando se paró justo a su lado. De repente frunció el ceño.