—Debo ser una mala bailarina —susurró Elisa. La canción que tocaba la orquesta era suave y tierna, pero dentro de la habitación el sonido de los instrumentos atenuaba el sonido, y había hablado en un susurro para que sus palabras pudieran ser escuchadas. —Es la primera vez que bailo —por no mencionar delante de las personas que tenían sus ojos clavados en ella.
Mientras Elisa se había acostumbrado a las miradas incisivas que la gente le dirigía, no podía estar tranquila con las agudas miradas de las personas que querían juzgar cada movimiento que hacía.