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—No hay nada de qué preocuparse por tu falta de atención hacia estos ángeles, mi futura sobrina. Ya ves, estos ángeles son bastante astutos a la hora de ocultar su presencia. Años de arduo trabajo para permanecer desapercibidos y lo más invisibles posible es lo que los hace tan hábiles para esconderse y mezclarse entre la gente —dijo Lucifer, con una sonrisa traviesa. Si no fuera porque Elisa sabía que este hombre era el hermano mayor de la madre de Ian, lo habría visto más como un hermano de Ian, porque parecía tan joven. La apariencia de Lucifer tomaba la forma de un hombre en sus últimos veinte, solo dos años menor de treinta.
Ian agitó la mano. Lucifer siempre alargaba las cosas innecesariamente y aunque ahora podía tolerarlo, no significaba que le gustara entretener al hombre. —¿Qué has sacado de ellos?