—Lucifer se sentó donde estaba, en su trono de su castillo ubicado en uno de los acantilados más peligrosos del Infierno. En su mano tenía un vino que no había podido saborear, ya que su cuerpo había estado separado de su alma durante mucho tiempo. A su lado estaba su leal sirviente Malphas, quien prontamente vertía el alcohol cuando su vaso estaba vacío.