—¿Acaso mi orden no les fue clara a todos? —preguntó el hombre que estaba junto al árbol; su rostro oculto y ellos a pocas aldeas de distancia del lugar donde había ocurrido el desastre.
Reinhard todavía sangraba, sus hombros continuaban goteando sangre ya que le faltaba un brazo. Estaba arrodillado mientras Tomás estaba de pie a su lado y Warren yacía en el suelo, su cuerpo convulsionando después de que el hombre que había hablado primero susurrara una única frase de una magia mortal.
—¿Cuántas reliquias había en la aldea mientras se colocaba la barrera? —preguntó de nuevo el hombre, su voz era estricta; calma pero también maliciosa.
—Alrededor de treinta. La Novia Demonio los había matado a todos, Señor —respondió Tomás con extrema cortesía, como si cada palabra estuviese imbuida de la cortesía en sí.