El cementerio carecía de gente y mayormente solo aquellos que tenían familia o amigos cercanos enterrados allí serían los que visitarían el cementerio. Elisa bajó con la ayuda de Ian y dejaron el carruaje, pasando por las viejas puertas de hierro corroído del cementerio mientras se sostenía de la mano de Ian.
Sus pies se hundían en la nieve donde su peso endurecía la nieve y la hacía hundirse hacia abajo. —Ha pasado mucho tiempo —dijo Elisa—. Yo normalmente no visito cementerios —confesó.
—Por los fantasmas —adivinó Ian la respuesta correcta y ella asintió con la cabeza en respuesta—. ¿Recuerdas cuándo murió tu madre biológica?
Elisa se tomó un tiempo recopilando cada una de las piezas de sus recuerdos, intentando encontrar los más cruciales pero negó con la cabeza. —Solo recuerdo que alguien vino y me dijo que mi madre había muerto. No sabía la razón o la causa. Fue súbito ya que rápidamente me enviaron a otro lugar.