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Elisa sentía como sus ojos se volvían somnolientos. El calor de la habitación de Ian, proveniente de la chimenea y de su calor corporal, la hacía sentir en paz y serena, y al mismo tiempo somnolienta, ya que se sentía extremadamente segura allí.
Al notarlo, Ian sonrió y la animó a avanzar —Deberías irte a dormir ya.
Elisa apretó los labios. Aún quería quedarse allí, pero luego recordó que ella había dicho que no era correcto que personas no casadas durmieran en la misma habitación. Elisa sabía que Ian era un caballero y no la faltaría al respeto, pero nadie sabe cuándo los deseos pueden descontrolarse. Y aunque Ian era un caballero, seguía siendo un hombre y Elisa era muy consciente de esto.
Cuando se impulsó hacia adelante para mover su cuerpo y poder bajar de la cama, Ian la detuvo —Espera —Elisa giró su cuerpo, viéndolo cuando tocó su pecho. Ella no dijo nada mientras lo observaba tirando de la tela y el lazo para atarlos al gancho.