Al día siguiente, Elisa se encontró con Vella, quien se había preparado para dejar el castillo. Todavía era temprano en la mañana y la brumosa niebla matinal lo cubría todo. La nieve se había acumulado hasta el punto en que Elisa sentía que sus botas se hundían, pero no lo suficiente como para ralentizar sus movimientos.
—Cuídate —dijo Elisa a Vella, quien sostenía un baúl entre sus manos. La separación nunca era fácil, pensó.
Vella tomó su mano, apretándola con calidez y una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras miraba la cara de Elisa. —Lo siento. Sé que intenté hablar con Carmen, pero debería haberlo informado antes a Maroon, y tal vez podríamos haber evitado las cosas o que te hirieran. Pero tenía miedo. Si tan solo