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Incluso si Ian le decía que se concentrara en las cosas tristes y los hechiceros oscuros, ella no podía evitar ser consciente de cada uno de los más leves movimientos que Ian hacía. Sentía lo cerca que estaba y su mano que se había posado sobre su falda se movió hacia el sofá detrás de ella, arrugando el cojín.
Elisa intentaba en su mente pura borrar cualquier pensamiento que tenía que la hacía sentirse como una chica escandalosa. Esto no habría sucedido si no hubiera sido por las palabras sugestivas de Ian sobre su cama y otras cosas que le había dicho. Cuanto más intentaba no pensar en él, el pensamiento resurgía, haciéndola sentir encerrada en un laberinto donde en cada esquina sería encontrada por Ian.
—Voy a intentarlo de nuevo —no estaba segura de si alguna vez funcionaría con Ian a su lado, pero sentía que estaba en algo importante y que otro intento era necesario para ver el resultado—. Pero tengo una petición, por favor no me distraigas.