Elisa se lamió los labios, para humedecerlos ya que sentía su garganta y labios secos después de la pregunta de Ian. Sabía que había sido ella quien preguntó, pero entonces se sintió como si hubiera cavado su propia tumba, queriendo halar la tierra para esconderse.
—Si es ambas, ¿qué pasará si elijo ambas? —preguntó Elisa sin retroceder. No tenía muchas oportunidades como doncella y estaba dispuesta a apostar por la oportunidad por delgada o plateada que fuera.
—Avariciosa —susurró Ian junto a su oído y sus dedos permanecieron en su cuello, deslizándose hacia su clavícula donde una de sus rodillas avanzó para presionar entre sus piernas sobre la falda—. Pero no lo odio.