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Esperanza despertó mareada cuando la luz del sol brilló intensamente en su rostro, se frotó los ojos y recordó que Kace la había llevado a cuestas desde hace un tiempo—aunque en realidad no sabía desde cuándo, porque perdió la noción del tiempo.
—Bájame —murmuró Esperanza bostezando a Kace, estiró sus brazos y piernas, haciéndolo perder ligeramente el equilibrio y tuvo que asegurarla en su espalda.
—Puedes dormir un poco más —dijo Kace levemente mientras podía captar el olor de aquellos centauros que estaban cerca.
—No, voy a caminar —insistió Esperanza, retorciéndose para soltarse de él.
—Los centauros están cerca —le dijo Kace, pero aún no quería bajarla. A la bestia le gustaba cuando la cálida respiración de Esperanza rozaba su cuello y el latido constante de su corazón golpeaba en su espalda, saber que ella estaba tan cerca lo tranquilizaba.
—Voy a caminar —dijo Esperanza de nuevo mientras se retorcía tratando de liberarse.