—Después de esto, deberías pisarlo —Belinda pisó el suelo y lo apisonó un par de veces.
Raine, que estaba agachada en el suelo, levantó la vista hacia la mujer regordeta con sus ojos de cierva, mientras sostenía un vaso de agua.
—Ahora, vierte el agua —dijo Belinda, jadear ligeramente.
Siguiendo la instrucción, Raine vertió el vaso de agua sobre la parte superior del suelo que Belinda había pisado.
—Bien, todo está completado. Tenemos que esperar a que las semillas broten en diez días. Durante ese tiempo necesitamos regarlas, ¿de acuerdo? —informó Belinda a la chica.
Raine asintió con la cabeza mientras miraba el suelo con entusiasmo. Era la primera vez que hacía algo así y estaba emocionada por verlas crecer.
—Eres tan adorable —Belinda pellizcó sus mejillas.
No muy lejos de ellas, Rafael estaba hablando con alguien por teléfono. Hablaba en voz baja, pero a juzgar por el ceño fruncido entre sus cejas, las noticias que estaba a punto de entregar no eran nada agradables.