—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué lastimaste a ellos? —La voz de Zhen-Zhen les causó escalofríos. Sonaba furiosa.
Tristán se alarmó al notar que sus ojos azules ya se habían vuelto rojos. Él era la única persona que vio el cambio en los ojos de Zhen-Zhen.
El líder de la pandilla y sus secuaces no tenían idea de que habían enfurecido a la demonio.
Después de ver la apariencia ensangrentada de Tristán, Zhen-Zhen finalmente había perdido la paciencia. Estaba furiosa en ese momento.
Los miembros de la Pandilla Bermuda todavía no tenían idea del peligro inminente que estaba por venir para ellos.
—¡No, cariño! ¡No aquí! ¡No ahora! —Tristán estaba rezando en silencio—. Tienes que controlarte.
Tristán cerró los ojos. Se sentía impotente. No quería que Zhen-Zhen hiciera algo que pudiera revelar su identidad y su poder sobrenatural.
No sabía qué podrían hacerle estas personas. Y lo que más temía Tristán era que Zhen-Zhen se volviera loca otra vez, como lo había hecho en el monte Calipso.