—¿Dónde podría haber ido? —preguntó en voz alta.
—No sé —respondió la chica—. Espero que lo encuentren pronto. ¡No es que uno se case todos los días!
Anastasia pareció desconcertada. Frunció los labios y su habitual actitud alegre se desplomó.
—Princesa, te sientes cansada y nos queda un largo camino por recorrer. No te preocupes por el Príncipe Ileus. Estoy segura de que ya debe de estar en el palacio. Será mejor que descanses un poco antes de que te llevemos al siguiente ritual —sugirió la chica. Todas las demás chicas estuvieron de acuerdo con ella.
Anastasia estiró sus miembros. Tenía los ojos pesados y les regaló una sonrisa perezosa. —Sí, ha sido un día largo para mí —respondió mientras reprimía un bostezo—. Me encantaría dormir.
—Ven —dijo la chica haciendo un gesto hacia su habitación.
Mientras Anastasia caminaba, el lobezno la seguía. Estaba justo en su rastro. Tan pronto como abrió la puerta de la habitación, el cachorro se coló.