Una de las manos de Evelyn todavía estaba en la muñeca donde la banda negra ya no estaba. La sensación era surrealista.
Ya no era una esclava.
Evelyn pensó que le tomaría mucho tiempo acostumbrarse a esa sensación.
Sus ojos se fijaron en la espalda firme del hombre que caminaba delante de ella. Las calles estaban todavía concurridas. Pero ella lo siguió sin ninguna dificultad. Había tanto que decir pero su garganta estaba tan cerrada que no podía pronunciar ni una sola palabra.
Aquí había pensado que el príncipe quería venderla de nuevo. Sin embargo, la verdad era que él quería liberarla.
No es de extrañar que hubiera venido ese día a preguntarle dónde la habían vendido.
La culpa llenó los ojos de Evelyn por haber malentendido al príncipe y sus ojos se bajaron inconscientemente. Fue ese momento fugaz en el que apartó los ojos de él y cuando levantó la cabeza de nuevo, ya no pudo verlo.