Por un lado, Isa había recuperado la conciencia después de recibir tratamiento de un sanador. Como una de las dos supervivientes dentro de la barrera, su vida fue priorizada por Halifax para sacarle los detalles de la situación una vez que se estabilizara.
Como si no le importara su entorno, comenzó a llorar, gimiendo en voz alta como una niña pequeña. Se sentó en el suelo y, aunque su cuerpo ya no sangraba, su rostro permanecía pálido y enfermo, como si hubiera un daño fundamental en su cuerpo que la mera magia atribuida al agua no podía manejar.
El líder actual del Clan del Zorro Divino, Señor Ailwin, se apresuró a agradecer al sanador elfo antes de pedir algo de tiempo a solas con Isa.
Se sorprendió al verla en ese estado. Con una suposición en su corazón, se arrodilló frente a ella y extendió la mano para comprobar su pulso.
—Queridos espíritus, ¡tú...! —Su cultivación estaba dañada! Peor aún, no fue causada por una fuerza externa, ¡sino autoinfligida!
