Ember vio a una mujer elfo con su hijo jugando en el campo de flores. La mujer llevaba la ropa habitual del clan de los elfos mientras que el niño llevaba ropa que los miembros del clan del tigre blanco usaban. El niño sin duda era un tigre blanco ya que no tenía las orejas puntiagudas como su madre elfo y tampoco se le parecía.
—Ten cuidado, hijo. Te vas a lastimar —gritó la mujer mientras veía a su hijo correr y saltar alegremente por el campo.
—No lo haré, madre —respondió un niño que parecía un niño humano de cuatro a cinco años.
—Parece que su compañero es un tigre blanco —murmuró Ember.
Pero luego llegó un hombre y levantó al niño. —Padre —el niño se aferró al cuello del hombre y preguntó alegremente—. ¿Has vuelto, padre?
—Hmm —respondió el hombre mientras acariciaba suavemente la cabeza del niño.
—¿Padre jugará conmigo? —preguntó.
El hombre asintió y puso al niño en el suelo solo para ser arrastrado por él hacia el campo de flores.