Con el resultado de la lucha ya determinado, el líder del grupo de orcos decidió hacer un compromiso. Dio un rugido antes de hacer señas a sus cuatro subordinados que luchaban por liberarse de las cuerdas de vid. Entendiendo su demanda, Erlos asintió y deshizo el hechizo de las vides. Los orcos lograron romper fácilmente las cuerdas, y el líder les indicó que hicieran algo. Los orcos derrotados entonces lanzaron una mirada hostil en dirección al elfo antes de volver por donde vinieron.
Después de que desaparecieron, los otros dos orcos también se retiraron al bosque, no sin antes hacer gruñidos bajos hacia Erlos, como diciendo: 'No entres al bosque, o lucharemos hasta el final de nuestras vidas...'
Con los orcos fuera de vista, la tensión en los hombros del joven elfo se disolvió inmediatamente. Sabía que podía dominar a estas criaturas, pero el hecho de ser responsable de la seguridad de otra persona inevitablemente lo ponía nervioso.