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—Gregor quería gritar de rabia por lo cruel que era su padre, pero solo un sonido de impotencia que sonaba más patético que un sollozo escapó de su boca —murmuró para sí.
Era un esgrimista consumado, pero también lo eran los soldados que guardaban el palacio real, su capacidad de combate estaba más allá de lo normal.
Era imposible para él vencer a todos estos soldados, mucho menos con la presencia del caballero del Rey frente a él, quien era la élite entre la élite.
—Y están Shanel y mis hijos... —pensó con preocupación.
Aparte de su familia, también estaban sus hombres que le habían jurado lealtad. Muchas vidas estaban en juego. Él sabía que a su padre no le temblaría el pulso antes de arrebatarles la vida por el bien del reino.
—Incluso si trato de luchar para salir… —se preguntó desesperado.