—... ¿sí? —murmuró él.
—... Dame... mano... —susurró ella.
Las voces fragmentadas parecían pertenecer a un hombre y una mujer.
—Raven... ¿Cómo se ve...? —preguntaba ella.
Y la voz de la mujer era la misma que la de la mujer en sus sueños.
—Está bien —respondió él.
Al escuchar la voz del hombre, Draven reconoció que era su propia voz.
Como si el recuerdo hubiera aflorado aún más, las voces en su cabeza se volvieron cristalinas. Ahora podía escuchar claramente la melodiosa voz femenina hablando en medio de la risa.
—Dibujé este pequeño fénix en tu muñeca para que todos sepan que perteneces a mí, que perteneces a este fénix. Eres mío por la eternidad —decía ella.
—¡Hmm! —exclamó él.
—Estoy sellando esto con mis poderes. No importa lo que hagas, nunca podrás deshacerte de él —afirmaba ella.
—¡Hmm! —exclamó él nuevamente.
Al escuchar este intercambio, su corazón se comprimió como si sintiera dolor y anhelo.
Las voces desaparecieron y Draven abrió los ojos gradualmente.