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Ember continuó paseando por el sendero del jardín que estaba cubierto de hermosos guijarros. Pronto llegó al jardín lateral donde tuvo una vista de los árboles quemados a lo lejos.
—¿Cortarán esos árboles? —preguntó Ember, con culpa tiñendo su voz.
—No, señorita. Esos árboles podrán haberse quemado, pero el daño no fue mucho —solo hasta las ramas. Escuché de la dama Yula que mañana los jardineros cortarán esas ramas y luego la anciana Leeora vendrá a tratar esos árboles.
Al escuchar el nombre de Leeora, los ojos de Ember se iluminaron ya que no podía esperar para encontrarse con ella.
Ember luego miró al cielo donde la luna brillaba intensamente. Parecía un plato de plata contra la oscuridad, casi pero aún no una luna llena. A pesar de estar incompleta, daba una sensación de elegante belleza en el cielo, envuelta en una cortina oscura con nada más que esas estrellas dispersas para acompañarla.