—¿No estarás simplemente celosa de mí? —se rió entre dientes—. Aunque sea más joven que tú, tengo más poder que tú. Como estás tan ocupada jugando a ser sirviente de Su Majestad, no consigues fortalecer tus poderes. Apuesto a que serías derrotada incluso si te doy la ventaja de usar solo hechizos débiles.
—¿Por qué no lo intentas?
—No quiero que vayas a llorarle y quejarte de mí a Su Majestad como en el pasado.
Erlos frunció el ceño. —No dejas de recordarme la mala suerte que tuve al pasar mi infancia con una zorra tan astuta como tú.
—¿Astuta? —soltó una carcajada ligera—. Bueno, se supone que las zorras sean astutas. Esa es nuestra naturaleza.
—Entonces la razón del odio es clara. Odio a los astutos.
—Es más como que no puedes ser inteligente y entonces me culpas por ser astuta. Pensé que habrías llegado a ser más inteligente cuando nos encontráramos esta vez pero... —suspiró fuertemente.