Más allá del mundo de los mortales, en un reino habitado por seres divinos conocidos como deidades.
Cientos de palacios celestiales aparentemente hechos del más delicado jade blanco y los materiales más preciosos podían verse en el claro cielo azul, residencias que emanaban majestuosidad y dignidad en medio del dorado sol y las nubes blancas...
Dentro de uno de esos palacios, se podía ver la imagen de una mujer sentada en un trono hecho de gemas rojas con los ojos cerrados, sus largas pestañas temblaban ligeramente, como si tratara de concentrarse en algo.
Si hubiera alguna palabra para describir su inigualable apariencia, sería devastadoramente hermosa.