—Señorita Ember, ¿comenzamos? —preguntó Helia.
Ember asintió y Yula las guió hacia la parte central del campo de entrenamiento.
Yula se giró hacia Ember mientras hacía un gesto hacia el vasto prado, lejos de los edificios y los árboles.
—Este lugar está protegido por los poderes de Su Majestad —comenzó ella—, así que, incluso si pierdes el control de tus poderes, no hay nada de qué preocuparse. No dañará a los demás. Además, ¿viste a los sirvientes en la entrada del campo de entrenamiento? Son seres con magia atribuida al agua y también había una bruja entre ellos que se especializa en la curación. Estarán en espera por si acaso las cosas salen mal, pero por supuesto, solo estamos siendo precavidos...
Ember asintió y suspiró aliviada. Su última experiencia con sus poderes no había salido bien, hasta donde ella sabía, había sido un desastre, y todavía cargaba con la culpa de haber quemado aquellas mariposas.