Draven siseó entre dientes al ver a su sensual compañera y casi se maldijo a sí mismo por pedirle que mostrara su lengua.
—¿Por qué tiene que ser tan obediente? ¿Por qué tiene que verse tan…?
Su ardiente mirada se posó en su rostro seductor y estuvo a punto de verse abrumado por un sentido avasallador de devorarla en ese mismo momento. Luchó por controlar su respiración entrecortada, mientras pensamientos de llevarla a su cama y por fin hacerla suya aliviaban su mente nublada y llena de lujuria.
—¡Eso es todo! —Sus labios se estrellaron bruscamente contra los de ella y él suspiró suavemente mientras el último resquicio de su paciencia se desvanecía. Su boca cálida capturó la de ella y violentamente hizo entrar su lengua en su boca húmeda y ansiosa, en una muestra del gran hambre que corría por su torrente sanguíneo.