El poderoso Águila Divina emergió de las oscuras aguas de aquel vasto río, causando un fuerte sonido de chapoteo como si otra explosión hubiera ocurrido en la superficie.
Tan pronto como el agua se asentó de nuevo en el río, se pudo ver a Morfeo volando con estabilidad en el aire sobre el río, sus majestuosas alas doradas y sus plumas aparentemente metálicas extendidas al máximo, arrojando todas las gotas de agua lejos, dejando no solo las alas sino el resto de su cuerpo seco.
Para cuando puso sus ojos en la parte destruida de la montaña, Morfeo parecía como si nunca hubiera tocado el agua en primer lugar.