—¡Bang!
El sonido de las puertas al cerrarse con estrépito resonaba en los pasillos del palacio, asustando a los sirvientes cercanos ya que solo había una única persona que se atrevía a comportarse de esa manera en este lugar: el Rey mismo.
Draven volvió a su cámara con la ira visible en su rostro.
—¡Esa cosa!
Mientras hacía todo lo posible por mantenerse alejado de su compañera y evitar que su presencia afectara su mente, incluso sumergiéndose bajo el agua durante horas, la actitud descuidada de su pequeña compañera destruyó todos sus esfuerzos meticulosos.
Draven deambulaba inquieto por su cámara vestido con una bata de baño todavía húmeda mientras cargaba en sus brazos a esa frágil humana empapada en agua. No sabía cómo deshacerse de lo que estaba sintiendo. Era como si sus impulsos estuvieran arañando su interior, instándolo a dejar de pensar y simplemente seguir sus instintos de apareamiento.