Nathan abrió la puerta cuando oyó la llamada y se sorprendió al ver a Rafael allí parado.
Antes de que pudiera preguntar la razón, sintió un fuerte puñetazo en la nariz que lo mareó. Dio un paso atrás cuando sintió la sangre saliendo de su nariz y Rafael ya había entrado, dejándolo desconcertado.
—Mi señor, ¿cometí un error? —preguntó con voz suave mientras seguía al vampiro cuando Michael entró desde la otra habitación.
Observó la escena y sus ojos se tornaron más fríos.
—Fuiste tú. ¿No es verdad? —Rafael miró al hombre que se veía cauto pero para nada arrepentido.
—Fue tu esposa, ¿verdad? —replicó él entre risas mientras caminaba hacia su asiento—. Sabía que era astuta y buena actuando, pero no sabía que incluso podía cambiar el color de su cabello. Si otras brujas aprenden el mismo truco, no podremos diferenciarlas en absoluto —dijo preocupado como si eso fuera lo más importante, cuando él se burló.
—¿No puedes comparar a mi esposa con una bruja normal?
