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En el coche, los ojos de Qi Shuai se abrieron de par en par cuando vio a una linda pequeñita sentada al lado del frío y malhumorado Feng Shufen. Aparte de sus parecidos ojos grises, lo otro que le sorprendió fue la facilidad con la que la pequeña se mostraba alrededor del Diablo. ¡Tan linda y sin miedo! Si hubiese sido otro niño o incluso un adulto, no se habrían atrevido a acercarse al diablo.
Todavía recuerda al sobrino de Feng Shufen, el hijo de su primera y joven hermana Feng Yiran, que nunca estuvo tan cerca de él; sin embargo, aquí esta pequeña niña estaba toda acurrucada bajo su brazo. No había ni rastro de miedo o pánico en sus ojos, más bien parecía que estaba abrazando su juguete suave al lado suyo.
—¿Ella... es tu hija? —preguntó Qi Shuai, volviéndose para mirar a Li Xue que se había quedado extrañamente en silencio de repente.