—Cuñada, ¿estás tomando venganza por mi risa ahora? Abre la puerta. Quiero llorar fuerte por mi adversidad. Por favor —se quejó Qi Shuai saliendo del coche con la pequeña en brazos. Parecía que lo habían acosado mucho. Las huellas de besos en su cara lo decían todo. No quedó ni un centímetro de su rostro sin marcar. Nunca había pensado que las consecuencias de burlarse del pequeño diablo le afectarían tanto. Ahora que lo había entendido, no le quedaba nada.
—Tío Amigo Quejumbroso, ¿estás quejándote de nuevo? ¿No dijiste la última vez que no te quejarías? —preguntó de repente la Pequeña Li Wei inclinando adorablemente la cabeza hacia su tío. Su rostro irradiaba inocencia, sin mostrar ni un ápice de la diablura con la que había jugado con él.