—¡Santo cielo! ¿Era ella la misma mujer de la que temías, Yi Lan? Sin duda, tu hermano no ha salido a protegerla. Después de verla hoy en tal estado, dudo que alguna vez necesite a alguien que la proteja. Más bien parece que debería ser al contrario —comentó Qi Shuai al ver lo que sucedía dentro de la habitación. El hombre estaba pálido, desplomado en el suelo con la muerte y la devastación escritas en su rostro. ¿Quién necesita saber más?
Aunque no ha visto el espectáculo desde el principio, aún ha visto y escuchado lo suficiente como para saber qué podría haber sido exactamente el escenario. Al ver a la mujer en tal forma sádica, ya sentía escalofríos por toda su piel. Por supuesto, ahora ha llegado a comprender por qué el Diablo se ha enamorado del ángel, porque todo este tiempo sabía que ningún otro podría ser mejor que este ángel en sus formas de diabolicidad.
