—Wen Sying miraba a Zheng Wenting. Aunque sus ojos mostraban una imagen de su dolor, debajo de ese dolor estaba el odio. Un oscuro odio de envidia hacia Li Xue, contra quien ganar ahora se sentía invencible. Odiaba la sensación que tenía por dentro, pero al mismo tiempo, no podía ignorarla, recordando cuán fuerte aún resonaba en sus oídos la risa burlona de la mujer.
—Fue violada anoche, pero eso no era lo que le dolía, sino que lo que le dolía era el nombre de Li Xue que el hombre había gemido cerca de sus oídos. ¿A qué mujer le gustaría escuchar eso?
«Li Xue, debes estar disfrutando burlándote de mí de esa manera. Pero no te alegres tan pronto. He aprendido mis lecciones contra ti y sé muy bien que jugar limpio no es lo que debería usar. Contigo, solo será mejor si me vuelvo tan astuta y cruel como siempre has sido conmigo», pensó Wen Sying mientras miraba con resentimiento la distancia detrás del hombre.
