Wen Sying era verdaderamente un desastre lloroso, uno auténtico. Por primera vez, parecía que su dolor era real y que no lo estaba fingiendo. Las razones detrás de sus lágrimas no eran una historia segura de conocer, pero las lágrimas eran definitivamente la realidad.
Aunque Zheng Wenting nunca había considerado sus llantos como falsos, verla ahora se sentía un poco diferente a todas las veces que la había visto antes. Él consideró que se debía a la mirada acusadora que ella le estaba lanzando. Pero entonces, ¿qué había hecho él para merecer esa acusación de ella?
—Wenting, rompamos y terminemos las cosas aquí —de repente, ella dijo y eso fue más que suficiente para alterar completamente al hombre, temprano en la mañana.
